Domingo. Mi compañero, mi amigo.

Domingo ¿Porque hoy mi amigo Domingo?

¿Porque hoy Domingo? El día se ha levantado gris y triste. Estaba, como hago todas las mañanas paseando por las montañas cercanas a mi casa y no lo pude evitar. Cuando paseo por estas montañas mi mente sigue su propio camino. Normalmente planifico cual va a ser mi día. Que voy a hacer primero, cual es mi objetivo y el tiempo que empleare en cada tarea que voy a realizar.

Pero en ocasiones, no se porque, mis pensamientos siguen su propio camino hacia lugares insospechados.

Mi tierra es un lugar muy árido y seco. Es cierto que si miras alrededor está todo lleno de preciosas huertas de melocotón en su mayoría. Además ahora son preciosas porque el calor de las últimas semanas las ha hecho florecer como si estuviéramos en pleno mes de mayo. Pero todo este verde y rosa es fruto del regadío que hemos construido desde tiempos inmemoriales y que iniciaron nuestros antiguos vecinos musulmanes.

Cuando vamos hacia las afueras del pueblo todo se vuelve seco, árido, duro. Aquí no crece nada más que algún valiente árbol que sobrevive a duras penas. Las rocas son altas y resbaladizas. El polvo se levanta con cualquier “volada” de aire como dicen aquí. Y si es un poco intenso ese viento no te permite ni ver. Mejor vuélvete a casa.

Y llega Domingo.

Estaba yo andando a buen paso cuando miro al cielo. Hoy el cielo es gris y amenaza lluvia. Se ha levantado un poco de aire frío y desagradable. Los ancianos del lugar siempre lo dicen :”cuando se pare este aire lloverá, y donde caiga hará daño” Ellos se refieren a la cosecha, siempre a la cosecha.
El día es triste, desangelado. No se como aparece una imagen de Domingo en mi mente. Sonriente como siempre. Y ya no está. Se ha ido sin ni siquiera poder despedirme como Dios manda.

¿Quien es Domingo?

Domingo nació hace cincuenta y cuatro años en un pequeño pueblo de la Castilla profunda. Era castellano-leones. El único varón entre 5 hermanos. Siempre que me hablaba de su infancia lo hacia con una mezcla de alegría y melancolía. Él no lo quería reconocer pero echaba de menos las noches en torno al fuego con sus padres y sus hermanas. Los guisos de su madre y las risas de sus hermanas.

La vida allí era dura, el campo es duro, la mina es dura. Su tierra era tierra de mineros, gente ruda, silenciosa, hecha a fuerza de picar.

Y Domingo se tiene que ir.

Hay que comer. Y la vaca no da para todos, así que Domingo y dos de sus hermanas deciden un día que se van. Que hay que buscarse las habichuelas donde las haya. Todos queremos mejorar y si además necesitas un cambio la decisión es fácil.

Tienen familia en Aragón, en Zaragoza. Dejan el pueblo por una ciudad ¡Vaya cambio! Cuantos españoles no lo han hecho antes y cuantos después. Y se sigue haciendo, y cada vez más lejos.

Su tío trabaja en una empresa relacionada con la construcción. Fabrican materiales para hornos industriales y refractarios en general. La empresa va bien y hace falta gente. Domingo empieza a trabajar y a ganar su dinero. No puede ser más feliz.

Así está unos años, seguramente los mejores de su vida. Trabaja, trabaja mucho. Las jornadas son de al menos doce horas de lunes a viernes. En muchas ocasiones los sábados y los domingos también son días laborables. Pero cuanto más trabajo más dinero, y cuanto más dinero mejor para toda la familia. Padre ha muerto y hay que colaborar.

Y llega la crisis

Eso es. Y llega la crisis, la maldita crisis. Todo se hunde en un santiamén. Cada vez los pedidos son menos, ya no hay largas jornadas, ya no hay tanto dinero. Los compañeros se van yendo o son despedidos. Esto pinta mal.

La empresa busca soluciones para sobrevivir y encuentra una. El lugar de trabajo se cierra y se trasladan. El que quiera venir que venga dicen, el que no será indemnizado. Domingo quiere trabajar, debe trabajar. Donde va a encontrar trabajo con casi cincuenta años.

Y así vuelve a un pueblo. No es su pueblo, es otro pueblo. Pero un pueblo igual de profundo, igual de duro. Y solo. Domingo nunca encontró una mujer que le acompañará en su viaje. Sus hermanas eran su nexo con su pasado. Su única familia y compañía. Y aunque ellas si que han hecho su propia familia siempre están ahí cuando las necesitas.

Teruel, Domingo y yo

Yo también soy un emigrante. Pero mi historia da igual. Al poco de llegar Domingo a su nuevo pueblo (que está en Teruel) llego yo. Ahí lo conozco y entablamos relación. No es que seamos amigos, pero si compañeros. Es un buen compañero, si que lo es. Bueno lo era.

Domingo te alegraba el día. Cuando entrabamos a trabajar a las seis de la mañana él lo cambiaba todo. Antes de entrar él todo era silencio, sueño y cansancio. De lejos ya se oía un silbido, ya llega Domingo. Habría la puerta de nuestro vestuario con un rotundo ¡¡¡BUENOS DÍAS!!! y ahí cambiaba todo. Ya no paraba de hablar. Siempre había un comentario para uno o para otro. “¡Parece que estás más gordo Ángel!”, “¿Has perdido más pelo José?”. Y risas, y buen humor. Todo cambiaba, ya había empezado el día, ya ha llegado Domingo.

Domingo ¿Que te pasa?

Domingo se fue de vacaciones las últimas navidades, como siempre. “¡Me voy a mi pueblo!” Como siempre sano como un roble. El tiempo le había hecho mella. Sus articulaciones estaban muy dañadas. Pero él vivía con ello muy dignamente. Jamás le oías quejarse, jamás.

Y se acabaron las vacaciones. Y volvió Domingo. Pero no es Domingo. No sé, su color, su delgadez, algo pasa.

Domingo ¿Que te pasa? Le pregunto. Nada, estoy bien. Responde. Pero no, no esta bien. Su expresión no es la misma. Ha perdido mucho peso y su piel ha adquirido un tono ceniciento. Algo no va bien.

Todos le decimos que vaya al médico, que no es normal. Pero Domingo viene de una tierra de hombres duros y silenciosos. No pasa nada responde siempre. Pero si que pasa algo.

Domingo tiene un compañero de puesto, Juan Carlos. Después de veinte días de trabajo ve que Domingo cada día está peor. Ya no puede ni agacharse. Después de mucho hablar, incluso discutir, Domingo accede a ir al médico. Y ya está, ya no le vimos más.

Domingo se va

Fue al centro de salud del pueblo. Explico lo que pasaba. “Vete de urgencias al hospital y que te miren bien”. Domingo se asusta y acude el mismo día al hospital comarcal. Le harán todas las pruebas que crean necesarias supongo. Pero el diagnóstico no está claro.

«Es mejor que lo vean a usted en Zaragoza. Tienen aparatos de los que nosotros no disponemos y allí quedará todo claro». No hay tiempo que esperar. Ambulancia y a Zaragoza. Volvemos a Zaragoza.

El Domingo que vuelve a Zaragoza no es el que se fue. Ni mucho menos. Solo han pasado ocho años, pero parece que hayan pasado cincuenta. Análisis, pruebas, de todo. Cáncer de páncreas. Ya tenemos diagnóstico. El cáncer es tan grave que no tiene solución. Ya no sale del hospital.

En la empresa, los compañeros, no tenemos esa información. Preguntamos que pasa con Domingo y no tenemos respuestas. Nadie tiene teléfonos de la familia y el suyo está apagado. Sólo sabemos que llega la baja puntualmente desde Zaragoza y ya está.

El fin de Domingo

El cuerpo de Domingo no aguanta. Hay que trasladarlo a la UVI. Esto es el fin. Tras una semana en su última lucha Domingo se rinde y desaparece. Sin una última sonrisa, sin un último “Parece que tienes menos pelo”, sin un adiós.

Veinte días han pasado desde que se fue, solo veinte días. ¿Que sabes de Domingo? Pregunto un día. “Domingo murió anoche” me responden. Y nos explican toda la historia. Nadie le ha dicho adiós. Nadie.

Mi homenaje a Domingo

Este texto solo pretende ser un homenaje a una persona que me ha ayudado a pasar mejor algunos días en los últimos tiempos. A su alegría, a su esfuerzo y a su trabajo.

Solo pretendo darle ese adiós que no puede darle en vida. Domingo adiós, espero que puedas perdonarme. Estoy tan ocupado con mis cosas que a veces olvido lo que es más importante.
Quiero que sepas que te recuerdo y te añoro. Hoy he llorado por ti lo que antes no había llorado. Me alegro, lo necesitaba.

ADIÓS DOMINGO. MI COMPAÑERO, MI AMIGO.